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Tenerlo todo bajo control… ¿Beneficio o Desgaste?

- Escrito por Cristina

¿Qué hay detrás de la necesidad de control?

A muchas personas les gusta tenerlo todo bajo control, intentando así minimizar los riesgos o peligros del día a día, aunque a un coste muy elevado para su bienestar emocional.


Por lo general esta conducta se basa sobre todo en el miedo, ya que es un reflejo de la inseguridad y la baja tolerancia a la incertidumbre. Ser excesivamente puntual, planear al detalle las actividades, saber dónde está cada objeto, supervisar las tareas de los demás o no dejar que los demás las hagan por ti, revisar una y otra vez aquello que se ha hecho,… son ejemplos de conductas que realiza la gente con ese objetivo.

Primero de todo, es importante entender que ante aquellas situaciones que valoramos como amenazas podemos utilizar tres estilos de afrontamiento: la primera sería con el bloqueo, la segunda con la huída y la tercera sería la lucha o el afrontamiento de la situación. Siguiendo estos estilos de afrontamiento, el control surge de la necesidad de afrontar o luchar con dicha amenaza creando un sesgo por el que se considera que si controlamos la situación, la amenaza será menor.

Sin embargo, esta necesidad de control puede generarnos mucho desgaste emocional, ansiedad y frustración debido a que estamos gastando parte de nuestra energía en prevenir una amenaza o un peligro que puede no ser real o puede estar fuera de nuestra zona de influencia. Querer controlar algunas variables puede ser razonable, pero pretender tener el control de todos los peligros o amenazas es desgastante e innecesario. Siempre hay que asumir que habrá cosas incontrolables y tenemos que aprender a fluir con esa incertidumbre. En todo caso, no podemos hablar de certezas a futuro pero sí podemos hablar de probabilidades si valoramos las diferentes variables que están bajo nuestro control.

¿Qué es importante cambiar para reducir nuestra necesidad de control?

  • Conocer cómo actuamos nosotros mismos ante dicha necesidad. Es decir, mirarnos a nosotros mismos e identificar aquellas conductas que hacemos y que nos proporcionan sensación de control. Algunos ejemplos serían: evitar delegar las tareas, planificar en exceso, valorar los posibles imprevistos o imaginar las posibles situaciones,…

    Una vez sabemos qué conductas hacemos, podemos determinar cuáles queremos modificar ya sea en frecuencia o en intensidad y valorar cómo podríamos llevar a cabo dichos cambios. No se trata de cambiarlo todo de golpe, sino de empezar con pasos pequeños en los que dejemos un espacio a la incertidumbre o la espontaneidad, generando así un primer movimiento.

  • Identificar qué pensamientos tenemos y qué mensajes nos damos ante dichas situaciones de incertidumbre. En este sentido, se trata de valorar aquellas ideas y creencias que mantienen dicho funcionamiento.

    Por ejemplo, “no puedo confiar en los demás”, “mi manera es la correcta”, “si anticipo todos los problemas, luego sabré gestionarlos mejor y no me afectarán tanto”, “si no lo controlo, saldrá mal”… Conocer cómo funciona nuestra mente y en qué argumentos nos reforzamos, nos permitirá ver con cuales de estás ideas estamos de acuerdo y cuales, aunque puedan parecernos ciertas, son creencias que nos decimos para mantener nuestra dinámica a la hora de actuar.

  • Valorar cada situación con cierta objetividad teniendo en cuenta nuestro papel real en la situación y/o el resultado. Por ejemplo, por más que queramos controlar si llueve o no, entendemos que no podemos influir en la meteorología. De igual manera, hay que aprender a valorar cuál es nuestra influencia en las situaciones, es decir, sobre qué áreas tenemos un papel activo (lo qué decimos, lo que hacemos,…) y sobre qué áreas no (cómo lo interpreta la otra persona, las palabras, las acciones o los errores de los demás,…).

    Un ejercicio muy interesante es escribir en un listado aquello que nos frustra o nos da incertidumbre y diferenciar las cosas para ver si: dependen de un@ mism@, dependen de los demás y dependen del mundo. Las cosas que dependan del mundo o de los demás, no nos quedará más remedio que aceptar que no tenemos influencia en ello, en cambio, lo que dependa de nosotros mismos es lo que podemos controlar o cambiar.

La psicoterapia te ayudará a relativizar

Si notas que intentas tenerlo todo bajo control o que te cuesta manejar las emociones de las situaciones que no dependen de ti, puedes escribirnos y te ayudaremos. En el Centro Núria León somos profesionales y abordamos este tipo de problemas. La tolerancia a la frustración es necesaria para poder vivir bien y con salud mental. No siempre podemos controlar todas las variables, no siempre podemos tener todo bajo control y para vivir en equilibrio hay que aprender a tolerar esa incertidumbre y asumir que no todo lo podemos controlar.

Podemos ayudarte a manejar mejor este tipo de situaciones ya que somos especialistas en este tipo de problemas. Utilizamos muchas herramientas que conseguirán que salgas del círculo vicioso del control, para que puedas vivir de forma más tranquila y en paz con tu entorno.

Cristina
Escrito por
Cristina
Psicóloga Sanitaria Colegiada. Psicóloga de adultos, familias y adolescentes. Especialista en terapia de adultos, familiar e infantojuvenil. Psicóloga integradora combina diferentes corrientes y herramientas.

¿Cómo es la terapia en el Centro Núria León?

Nuestro modelo de terapia es rápido, moderno y muy eficaz. Vamos directos a la raíz de tu problema. Integramos las mejores herramientas de la terapia cognitivo conductual, terapia breve estratégica y terapia sistémica para adaptarnos a cada caso.
Las sesiones individuales duran 55 minutos. Las sesiones de Pareja o Familias duran 1 hora y 20 minutos.
Se puede pagar con tarjeta, bizum, paypal o efectivo.
Agendamos cada 1-2 semanas y progresivamente vamos espaciando. Para cancelaciones y cambios es necesario avisar con 24 horas de antelación.
Preescribimos ejercicios o tareas para aplicar en casa y sentir mejoras desde el primer día.
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